Fueron de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia
Evangelio según San Lucas 9,1-6.
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: "No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.
Los envió a predicar el Reino leemos en el evangelio de hoy. La misión está en el ADN del cristiano. Ser cristiano implica ponerse siempre en movimiento de salida (como dice el Papa) para ir al encuentro del otro y donarle la buena/bella noticia del evangelio. La conciencia misionera implica tener en cuenta en nuestro corazón algunas cosas: en primer lugar en que somos enviados. El Padre envía al Hijo, ambos envían al Espíritu, los tres envían a los cristianos. Ser enviados significa ser testigos: no nos anunciamos a nosotros sino a Dios. Llevamos en vasijas de barro un tesoro incalculablemente rico. Por ello la importancia de mantener nuestra relación con Dios para, conociéndolo a él lo anunciemos a él. Justamente es el anuncio de su amor por nosotros, de su misericordia que siempre obra en nuestro favor (como lo reza esdras en la primer lectura y lo canta Tobías en el salmo) lo que vence el mal en el corazón humano (endemoniados) y cura las dolencias! No hay otro nombre en el cual podamos ser salvados: Jesucristo. Esta es la autoridad que el hoy nos da en su Espíritu. La autoridad de la verdad de su amor, de la certeza que Dios no nos abandona. Es esta verdad la que ilumina, la que tiene la fuerza de sanar no sólo personas sino también estructuras sociales y la cultura. Es esta certeza la que nos da la seguridad existencial de que sólo Dios basta: por ello la exigencia de la austeridad de vida. Evangelizacion y pobreza siempre fueron de la mano, pues la riqueza y eficacia de la misión no pasa por los recursos materiales sino por el fervor de nuestros corazones que convierte nuestras vidas en sacramentos de Cristo y nos da la sabiduría de leer cada momento cotidiano como posibilidad de anuncio evangélico. La misión se realiza en comunidad: reúne y envía a sus discípulos. Pidamos a Dios un corazón que sea consciente de esto. Que el evangelio de hoy nos ayude a ver y nos interpele seriamente en nuestro ser testigos del resucitado de modo concreto.
Que la madre del cielo, que dio a luz al salvador, interceda por nosotros.
Buen miércoles.